Huantajaya
 

 

Otra fase de bonanza comienza a desarrollarse en 1670, cuando Juan de Loayza, guiado por el indígena Domingo Quitina, redescubre el mineral de plata de Huantajaya. Da cuenta de este descubrimiento el naturista e ingeniero militar francés Amadeo Frèzier, quien arriba a Iquique en 1713 a bordo del buque “Saint Joseph”, señalando en su bitácora el redescubrimiento de minas de plata en Huantajaya, la que dan esperanza s de riquezas para la alicaída zona. Entonces Iquique no tenía más de 100 habitantes, en su mayoría Indígenas y negros, ocupados en extraer guano del islote.
Recién en 1718 se reinicia la explotación del yacimiento de Huantajaya, faena a cargo de Bartolomé de Loayza, hijo del redescubridor. Hacia 1727 se consolida la explotación con las técnicas de beneficio, trayendo una fase de esplendor para esa placilla y, de paso, vitalizando la Caleta del Molle en Iquique como puerto de abastecimiento y de embarque de plata y al oasis de Pica como centro de aprovisionamiento. Es más; las familias que pasan a dominar la explotación de la plata se vinculan con Pica, lugar donde tienen su residencia.
Por los riesgos que conllevaba el traslado del mineral por barco a las autoridades españolas optaron por trasladarlas en caravanas hasta Carangas en Alto Perú, donde se beneficiaba para obtener los lingotes que luego serían enviados a España a través de San Marcos de Arica. No obstante lo cual también hubo períodos extensos en que la lixiviación se realizaba en la misma Huantajaya o en buitrones(obraje donde se lixiviaba el mineral) de la pampa, en el entorno del actual pueblo de la Tirana. La misma actividad obligó a levantar la azoguería de Tilivilca en la quebrada de Tarapacá.
Símbolo de estatus de la época fueron tener una faena en Huantajaya; poseer tierras y buitrones en La Tirana y residir en los poblados de Pica o Matilla. La economía regional se concentró en este período en proveer al centro minero de Huantajaya e inclusive al mismo Potosí. De éste modo la producción agrícola de los valles y oasis se dirigió a ambos mercados, incluyendo la producción de vinos que se obtendrían en los lagares de Quisma, Matilla y Pica, donde el principal productor fue Basilio de la fuente. En tanto la mayoría de los valles se transformaron en proveedores de forraje para los mulares.



Tarjeta de Presentación de ciudadadnos Piqueños

IMPACTO EN EL OASIS


Los mineros-hacendados piqueños fueron generosos en construir o reparar templos de todos los pueblos de la provincia, comenzando por las propias iglesias de Pica y Matilla, y prosiguiendo con los templos de Camiña, Tarapacá y La Tirana. Juan Van Kessel señala: “Aumentó el clero activo pastoral y levantaron un gran templo de monjas mercedarias en Tarapacá en el año 1782. Las fiestas patronales de San Andrés y San Antonio se celebraban con lujo y generosidad. Los mayordomos de cada santo Patrono tenían sus ingresos en la chacra del Santo para celebrar su día”.
En el pueblo de Matilla existió una capilla hasta 1718, quizás el Oratorio levantado por Damián de Morales en el siglo XVI, y que el primer templo fue construido desde ese año por el “joven presbítero Matillano bachiller don Joseph de Loaiza y Morales”, concluyéndose en 1721.
La nueva explotación de Huantajaya se prolongó hasta finales del siglo XVIII, con altibajos a partir de 1746, graficando con abundancia a los hacendados del oasis, como Basilio de la Fuentes y sus parientes, los Loayza que poseían la mayoría de las estacas. Otros propietarios que explotaban vetas, como Manuel de la Serna y Bartolomé de Gárate, también obtendrían pingües ganancias. Toda esta fue una fase de esplendor para el oasis de Pica, cuyas principales construcciones vienen de esta época, ya que la producción de sus viñedos se dirigiría a este nuevo, potente y mas cercano mercado. En sus tierras resaltarían también la familia Morales Bermúdez y, uno de sus hijos llegarías ser Presidente del Perú entre 1890 y 1894, se trata de don Remigio Morales Bermúdez, que nace en Pica el 30 de septiembre de 1836. Es importante destacar que había una aristocracia indígena, basada en el cacicazgo de Pica y en descendencias, como los Quispes, a los que se supone que venían de nobles Incas. Es notoria la presencia de apellidos indígenas entre los propietarios de Viñas de Quisma.